1 de octubre de 2007

half-life 2



A finales de los 90 apareció Half Life, un juego totalmente sorprendente que enganchó a miles de personas a una aventura memorable, una experiencia que hacía realista la fantasía y hacía sentir al jugador como si se encontrase en el lugar de los hechos: El complejo Lambda. Su calidad era tal que muchos de los que lo probaron, entre los que me incluyo, siguen pensando que ha sido el mejor videojuego de la historia.

Half Life 2 tenía la enorme responsabilidad de continuar una saga del más alto nivel. Los chicos de Valve se encontraban con un tremendo desafío: han tardado seis años pero lo han superado. Half Life 2 supone, desde mi punto de vista, el mejor juego que hay en la actualidad, no por sus excelentes gráficos, o por su sonido, o por su increíble argumento, sino por toda una serie de factores cuidados hasta el último detalle que hacen que un juego pueda considerarse obra de arte. HL2 vuelve a dejar claro quien manda en el mundo de los Shooters.

La esencia básica de Half Life, aquello que cautivó a tanta gente, se ha mantenido perfectamente, pero sin caer en el error de no modificar la fórmula que ya ha dado éxitos. Podríamos decir que la principal característica de Half Life es que mete de lleno al jugador en su mundillo, en la historia que nos narra. El que se sienta delante del monitor se convierte durante un tiempo en Gordon Freeman y vive todas sus aventuras del modo más inmersivo posible. En este título no existen los videos que nos cuentan algo de la historia, o las narraciones con voz en off: todo lo que vemos lo vemos en primera persona, desde los ojos de Freeman, tal y como sucedería en la vida real.

El argumento parte tal y como terminó Half Life: con el hombre del maletín hablando y diciéndonos que tenemos que hacer. La acción se sitúa en esta ocasión en Ciudad-17, con una población oprimida por una extraña alianza humana-extraterrestre y una resistencia civil a la que debemos unirnos. Lo cierto es que no hay un argumento definido o una historia clara: simplemente aparecemos en un vagón de metro (no podía ser de otro modo) y si queremos saber que sucede tendremos que ir hablando con la gente, leyendo los recortes de periódico que hay en las calles y sacar nuestras propias conclusiones.

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